lunes, 23 de enero de 2012

Eramis Alexander


Como padres estamos llamados a bendecir a nuestros hijos. Hemos sido puestos para marcar las vidas y destinos de nuestros hijos con una palabra de sanidad, de restauración, de perdón y de gracia. Nuestra tarea va mucho más allá que trabajar, generar ingresos o fregar todo el día. Nuestra tarea principal es bendecir a nuestros hijos. Tal y como hizo Jacob que invirtió tiempo en bendecir a sus hijos. Sobre cada uno de ellos declara palabras proféticas, sobre cada uno suelta una palabra que marcará sus vidas y sus destinos.

Entiende que tu palabra los atraerá o los espantará, tu palabra los edificará o los derrumbará, tu palabra los sanará y liberará o los enfermará y atará a estructuras rígidas y neuróticas. Por lo tanto, invierte tiempo en la presencia de Dios para recibir sus palabras necesarias y poder bendecirlos. A continuación te presentamos algunos pasos que te ayudarán en el camino de instruirlos correctamente:

1. Saca a tus hijos del círculo vicioso de sus problemas.

Un hijo cargado de problemas tiene una visión negativa y fatalista de la vida que lo empuja a enredarse en nuevos problemas. Piensa en negativo, habla en negativo y ve todo mal. Ese hijo necesita que tú le hables palabras de fe. Contágialo con palabras de fe, anímalo a hablar lo que Dios habla y entonces aprenderá a pensar como Dios piensa. La visión de su vida cambiará.

2. Ayúdalos a ver las cosas más claramente.

“No existe mejor manera de cambiar un problema que ayudar a alguien a ver la solución” dijo John Maxwell. Los padres somos generadores de solución, por lo tanto, siéntate con él, no para decirle lo que tiene que hacer, sino para ayudarle a pensar alternativas y nuevas soluciones. Preséntale opciones. Dale una palabra de sabiduría y revelación que le abra los ojos y le ayude a ver claramente lo que aún no ve.

3. Dales un sueño que los movilice.

Miles de adolescentes y jóvenes están esperando que alguien les infunda un sueño nuevo. Tú tienes palabras de Dios. Abre los tesoros escondidos, revela los secretos guardados e imparte palabras que despierten sueños, palabras que siembren nuevos desafíos, palabras que traigan una nueva dirección y abran delante de ellos caminos nuevos. Fuiste puesto para bendecir.

4. Ayúdalos a alcanzar su potencial.

Enfócate en sus posibilidades y aliéntalos a superarse. Desafíalos a romper sus propios límites. Háblales palabras que los sacudan y los saquen de la actitud de pasividad y comodidad. Destaca sus dones y habilidades naturales. Muéstrales lo que hoy son en Cristo y lo que llegarán a ser en Él.

5. Impárteles confianza.

Un adolescente lleno de confianza se siente seguro en lo que tenga que hacer. Sea enfrentar un examen, participar de una competencia deportiva o integrarse a un nuevo grupo de personas. La confianza nos hace sentir seguros y nos anima a enfrentar nuevos desafíos. Lo opuesto también es verdad, sin confianza nos venimos abajo porque la inseguridad nos paraliza. Tú tienes palabras que tienen el poder de alimentar la confianza de tus liderados. “Todo lo puedes en Cristo”. “Eres como un árbol plantado en la presencia de Dios que da fruto y permanece verde”. “Todo lo que hagas prosperará”. “No tengas miedo. Aunque pases por el fuego no te quemarás”. “No traigas a memoria el pasado, Dios está haciendo algo nuevo y pronto lo revelará”.

Impárteles palabras de fe y confianza.

6. Cambia la atmósfera en la que viven.

Las palabras que hablamos tienen el poder de cambiar el ambiente en el que vivimos. Por ejemplo: un ambiente de violencia y agresividad está alimentado y sostenido por palabras violentas y agresivas que hablan los padres y los hijos. Un ambiente depresivo, de tristeza, es mantenido por frases y expresiones depresivas. Aquellos que viven hablando enfermedad y dolor viven sufriendo nuevas enfermedades y dolores. Las palabras tienen el poder de provocar ambientes determinados. Por lo tanto, habla palabras que cambien la atmósfera en la que viven tus liderados.

Si él viene a hablarte de enfermedad y dolor, escúchalo, compréndelo, pero no hables su lenguaje, háblale de sanidad.

Si viene cargado de imposibilidades y frustraciones, háblale de posibilidades y nuevas oportunidades. Dios es el Señor de las nuevas oportunidades.

No estamos negando la realidad de la persona, sino que estamos ayudándola a pensar diferente a lo que su ambiente le dicta. Entiende esto: él o ella te buscan porque están esperando oír de ti algo diferente a lo que oyen todos los días. Necesitan respirar aire nuevo. Cámbiales la atmósfera. Bendícelos con tus palabras. Puedes hacerlo.
Por Edgardo Tosoni,

Gráfico por: Silvia Henriquez de Minaya

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